martes, 28 de diciembre de 2010

Algo para intentar cambiar en Argentina. 1 (no es orden de prioridad sino de aparición).

La pareja antagónica "oficialismo/oposición" es entendible en la actualidad, pues la oposición se opone y el oficialismo es el oficial que da órdenes. Ahora, ¿oficialismo/oposición respecto a que? Se supone que el partido o coalición que ocupa los cargos en el gobierno es el oficialismo, mientras que el resto es la oposición que generalmente se encuentra en la legislatura. Esto es automático. De ahí que un congreso sin mayoría oficialista sea a priori un problema enorme para cualquier gobierno, porque la oposición, básicamente, se opone ciegamente a todo, lo mismo que el gobierno ciegamente veta todo. Esto termina llevando en algunas ocasiones a jueguitos de poder en los que se pretende dejar, frente a la opinión pública, mal parada a la contraparte por medio de su oposición o veto a proyectos disparatados. En otros casos la cosa se pone más grave a raíz de hechos de violencia social premeditados o no desde el ámbito político, pero utilizados "políticamente" tanto por gobierno u oposición para incriminarse mutuamente.  Lo mismo ocurre con algunos males sociales y económicos.

Cabría preguntarse el porqué de este enfrentamiento. Una respuesta, por ejemplo, podría ser la lucha que existe entre los partidos políticos para ubicar a sus militantes en cargos estatales, lo cual de por sí es un problema importante. Otra respuesta sería que existen diferencias ideológicas muy marcadas entre los políticos y esto es lo que llevaría al enfrentamiento, aunque no creo que éste sea el caso argentino. También se podría argumentar desde problemas comunicativos hasta luchas por el poder o el honor de ejercer cargos públicos, pasando por la teoría de los pesos y contrapesos entre poderes. Personalmente creo que hay un poco de todo esto.

Sin embargo, el planteo pasa por otro lado. Los opuestos gobierno/oposición revelan algo más profundo. Aparentemente es algo real que se manifiesta claramente en la dinámica legislativa y, en este sentido, es transparente ya que explicita el conflicto político. Pero, por otra parte, oscurece algo que debiera ser más importante, el consenso.

La pregunta sería, ¿en que medida hablar constantemente de oficialismo y oposición realimenta el conflicto por un lado, mientras que por el otro disminuye la capacidad de lograr consenso? Está claro que no solo este tema comunicativo o lingüístico afecta al consenso, tal vez ni siquiera sea el más importante, pero es un tema pequeño que merece consideración. Continuando, podría decirse que es imposible determinar dicha medida de implicancia y que la cuestión pasa más por un ámbito de creencia o de fe. Sin dudas que el partido o coalición que ejerce los cargos de gobierno se encuentra en una posición muy distinta a la del resto de los partidos. Pero esta distinción no tiene porque ser necesariamente de oposición si pensamos en el rol que debieran cumplir los políticos al interior de un Estado. Creo que ese rol, justamente, es el de lograr consenso. Pues bien, ¿qué consenso?, se podría pensar que el consenso ya existe y está representado por la natural realidad. Quizás la pobreza, la corrupción, la contaminación, la inseguridad, las guerras, los jueguitos de poder y todo este tipo de cosas formen parte del consenso. Mientras que el conflicto queda circunscripto en la esfera del régimen político, esto es lo que se dijo respecto a las causas del enfrentamiento entre partidos. Pensar las cosas de este modo es macabro, pero si esto fuera así, como parece que es en la realidad, claramente hemos entendido todo al revés. Sin embargo, cuando se escuchan los discursos políticos en campañas electorales o en cualquier circunstancia, el consenso aflora. Todos quieren terminar con la pobreza, a todos les preocupa la inseguridad y todos se oponen a la corrupción. Quiero creer que eso es realmente lo que se busca. Pero si no hay intenciones de aplicar medidas profundas y consensuadas de largo plazo, difícilmente se pueda hablar de un consenso real. Creo que esto ocurre porque el conflicto político desborda a este anhelado consenso de largo plazo tendiente a conseguir una sociedad más justa y equitativa.

Para intentar superar esta situación de antagonismo, lo que propongo es pensar la distinción y relación entre gobierno y no gobierno de una forma que no solo no tape lo que debe tener de consenso, sino que ponga al mismo en primer plano. Esto significa abandonar los términos oficialismo y oposición qué únicamente representan el lado conflictivo y lamentablemente real de la política, por otro par de conceptos o trío o lo que se quiera, que representen la real y necesaria cara del consenso y la cooperación. Está claro que esto es un cambio muy pequeño que debería ser acompañado o precedido por otros cambios más profundos como una reforma en la política, en el sistema de partidos, en el sistema electoral y porque no en la economía.

Tranquilidad, accionistas y empresarios, que no pido una revolución comunista, simplemente pido cambios tendientes a lograr una sociedad más justa, equitativa y transparente dentro de un marco liberal que respete las libertades individuales, pero que no descuide ni un poco los derechos del conjunto de la sociedad. Tratar la relación entre gobierno y no gobierno de una forma distinta a la actual es una propuesta pequeña que intenta colaborar en conseguir dichos cambios.